-¿Me estás diciendo que esta casa va ser tuya? Se nota que todavía no has pasado tú a decorar.
-Es que mi madre no me dejaba.-dije entre risas.

Nos tiramos contra el sofá y seguimos besándonos. No teníamos limites. Eramos jóvenes y la noche era nuestra. Hasta que unos putos golpes en la puerta nos interrumpieron. Rápidamente me recompuse al igual que hizo Meison. Hice acopio de todas mis fuerzas mentales y abrí la puerta.
-¡Mamá!-grité alegre por saber que era mi madre y no la vecina.
-Samara, ¿qué haces aquí? ¿Y con un hombre?
-Le estaba enseñando la casa. La quiere alquilar.
Mamá dio un serio repaso a Meison y luego a mi.
-La casa y el interior de tu garganta. ¿Me equivoco?-dijo mientras miraba mis labios hinchados y desmaquillados.
-Eeeer, mamá....puedo explicarlo....-empecé a excusarme.
-Da igual, ya eres mayorcita. A ver, jovencito. ¿Serás mayor de edad, no?
-Si, señora.-contestó en su perfecta voz.
-¿Y estás dispuesto a alquilar la casa?
-Su casa es preciosa y no me importaría alquilarla.
-Son 250$ al mes. ¿Podrás pagarlo?
-Si, podré pagarlo. Hace poco recibí una suculenta herencia y podré echar mano de ella hasta encontrar un trabajo.
-Bien. La casa es tuya. Puedes pasar aquí la noche. Ya nos encargaremos del contrato mañana.
Sonreí.
-Samara,vamos. La casa se la he alquilado a él, no ha ti. Tú ya tienes un cuarto esperándote.